Diario La Opinión – Martes 12 de Julio de 2005
LAS ACCIONES DE COPARI (PALPA) Y CAHUACHI (NASCA)
Por: Wilfredo Gameros Castillo
ENTRE LOS ALIADOS de la Independencia estuvieron algunos crueles oficiales españoles, que con torturas y ejecuciones a patriotas o sospechosos de serlo; lejos de extinguir las ansias de libertad, inducían más bien a apoyar al movimiento independentista. Uno de estos españoles, era en 1821, Gobernador y Comandante Militar de Ica, el teniente coronel Juan de Santalla. Era este odiado por abusivo y cruel. En el siguiente bando suyo explica la aversión a su persona:
"Comandancia general del Sur.-Los habitantes de este valle, dentro del perentorio y preciso término de cuatro horas, presentarán, en casa del señor Marqués de Campoameno, trescientos caballos o mulas suyas, tomándolas de cualquiera persona que las tenga, sin excepción alguna, en inteligencia que, no verificándolo dentro de dicho término, serán irremisiblemente pasados por las armas, quemadas y taladas sus haciendas, pasadas a cuchillo sus familias.- Ica, y las diez de la mañana de hoy, 19 de julio de 1821.- Firmado.- Juan de Santalla".
En su segunda Campaña sobre Ica, el coronel Guillermo Miller desembarcó en Paracas el 1º de agosto de 1821 con 963 hombres y avanzó velozmente sobre Ica, en pos de Santalla. Este desocupó Ica en el acto. Antes de emprender la fuga, reunió al pueblo en la plaza y amenazó que, de saber que un solo individuo habíase puesto en comunicación con el jefe insurgente, quemaría la ciudad y pasaría a cuchillo a hombres, mujeres y niños. Al oír esta amenaza, su mujer que era española, le gritó: "Santalla, todo eso debe hacerse en vez de decirse: ¿porque no quemar desde luego una ciudad cuyos habitantes son todos rebeldes?" Santalla y sus 180 jinetes fugaron al Sur, deteniéndose confiados a descansar en Palpa, porque se creían alejados de sus perseguidores. El 5 de agosto los patriotas tomaron Ica y, de inmediato, partieron tras Santalla, 60 hombres de infantería y 10 de caballería, todos montados. En la noche del 7 ocuparon la hacienda Changuillo, y el día 8, los patriotas, que no les perdían el paso, los atacaron en Coparí, en la sierra de Palpa, causándoles algunos muertos y tomando 80 prisioneros; Santalla y los que consiguieron salvarse continuaron su fuga a la sierra; y en Tambo, a cinco leguas de Palpa, tuvieron noticias respecto a que los patriotas regresaban a Ica, por lo que deciden tornar para tomar la ruta de Nasca, y dirigirse hacia Arequipa. El coronel Miller, efectivamente, había retornado a Ica, pero a fin de batir a Santalla dejó una fuerza de 23 jinetes al mando del sargento mayor Marcelino Carreño. Este oficial y su reducida tropa avanzaron hacia Nasca, acechando a Santalla y sus fuerzas, de los que tenían noticias exactas de sus movimientos, por nasqueños adheridos a la causa patriota que les servían de espías.
Entre tanto, al caer la noche, el escurridizo Santalla pernoctó en Cahuachi: mil años antes de Cristo, importante ciudad de la civilización Nasca. En este pequeño pueblo, a tres leguas al noroeste de Nasca; los realistas, cansadísimos, se instalaron a dormir en un corral, Santalla y algunos oficiales se cobijaron aparte, con sus caballos ensillados y con las riendas a mano. A media noche, cuando los realistas dormían y, por cansancio, también dormían los centinelas; el sargento mayor Carreño, y sus hombres que habían llegado sigilosamente, les dispararon descargas de fusilería, dejándoles 12 muertos, y otros tantos heridos, además de 70 prisioneros. Santalla y los que se alojaron aparte con él, emprendieron la fuga al primer disparo. Uno de los prisioneros, el Capitán Juan de Mata Fuertes, contó que antes del encuentro de Coparí, recibieron informes de que los patriotas que los perseguían eran sólo 70 hombres; por lo que los oficiales españoles, siendo ellos 180, reclamaron combatirlos en vez de fugar; para justificar su huida, Santalla se había dirigido a si mismo una carta, que indicó procedente de un realista de Ica, diciendo que las fuerzas de los insurgentes que los perseguían pasaban de 400 hombres, y enseñó la carta a los oficiales los que convinieron en continuar la retirada. El Capitán Mata aseguró que la carta la fingió en su presencia.
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