lunes, 30 de noviembre de 2009

Reseña de Gregorio Martínez para mi libro sobre la biografía del Club Juan Matta

EXISTE una falsa creencia, alimentada generosamente por la estulticia: que el fútbol no tiene lógica. Si la tiene, y muy ostensible. La lógica del fútbol es la exageración. De otro modo, estoy seguro, jamás habría escrito estas líneas.
El manuscrito de Así es el fútbol me llegó a Washington DC un caluroso medio día de julio, cuando la temperatura bordeaba los 40 grados Celsius. Me lo trajo desde Lima el correo privado DHL, en un sobre plástico con la insignia de la NFL y una leyenda que dice: Official World Express Carrier of the National Football League.
Inmediatamente recordé los intentos infructuosos –correo público, DHL, postillón- de la revista Caretas para hacerme llegar los textos del concurso “El cuento de las mis palabras”, cuando fui miembro del jurado de turno. La ficción literaria se quedó en buenas intenciones, pensé. En cambio el fútbol de Nasca, del barrio Juan Matta, no se detuvo en mientes y con dólares y chirimacos me puso en las manos, ni siquiera en el buzón, el manuscrito pergeñado por el economista nasqueño Wilfredo Gameros.
Exagerada faena. Heredera, sin duda, de la estirpe de aquellos famosos desplantes con los que hacía delirar a la Plaza de Acho el torero nasqueño, negro y brujo, Ángel Custodio Valdez. A los Gameros de Nasca los conocí, casi a todos, durante mi infancia. El tronco era el viejo Santiago. De él aprendieron, sus vástagos la afición por los galgos y la caza de guanacos. Aprendieron también a comer burro en las grandes celebraciones. Cuando a los Gameros los invitaban a una fiesta primero preguntaban: ¿hay burro? Cualquier otra delicia los tenía sin preocupación.
Um hecho por demás exagerado, el ingreso del equipito del barrio Juan Matta, oriundo de Nasca, a la Segunda División de Fútbol Profesional, llevó a Wilfredo Gameros a otra exageración: la escritura de Así es el fútbol. Una cala reveladora que ausculta el organismo futbolístico del Perú a través de la vida y pasión de un humilde club de provincia.
No cabe duda, entre fútbol y exageración hay un contubernio. Wilfredo Gameros nació en 1949, en el barrio Juan Matta. Estudió economía en la Universidad de Ica y ha trabajado durante años en la Superintendencia de Banca y Seguros. Su pasión por el fútbol, como es lógico, no tiene linderos. Cuando se desborda es como el agua nueva: hace brotar las macamacas que se mecen al viento de la paraca. Entonces saca pruebas al canto, compagina un libro, y nos dice a boca de jarro: Así es el fútbol.


Gregorio Martínez
Washington DC
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COMENTARIO DE WILFREDO GAMEROS CASTILLO
Mi libro "Más allá de los goles", inicialmente se iba a llamar "Así es el fútbol", sin embargo, la existencia de una columna periodística con ese nombre me indujo a registrarle un nombre original: "Más allá de los goles".
En cuanto a la reseña de la contracarátula, tuve la enorme satisfacción de obtener la nota precedente del escritor que tanto admiro desde hace muchos años: el novelista nasqueño Gregorio Martínez. La alegría terminó el 19 de junio de 2004, día que publicó en el diario La República, un artículo titulado "La batalla de Changuillo", en el que la emprende a insultos irreconocibles, injustificados e imprevistos a mi persona. Respondí a mi amigo y maestro en el mencionado diario, de acuerdo a la Ley de Prensa, enviando una carta notarial y un artículo de réplica:"La batalla de Nasca". Ambos artículos están transcritos en este blog y no merecen comentarios.
El inesperado artículo insultante de Gregorio Martínez, determinó que, por decencia, ética y principios, prescinda de la buena reseña que me había enviado de USA, sin embargo lo considero excelente; rememora a mi abuelo, mi padre y tíos, con sus aficiones a la cria de galgos y caza de huanacos; y lamento haberme visto obligado a omitirlo, por ello la presento ahora para que no quede en el olvido.

jueves, 15 de octubre de 2009

Avenida Nazca, Buenos Aires, Argentina

Avenida Nazca en Buenos Aires, Capital de Argentina
Las dos páginas que continúan han sido obtenidas de Wikipedia, la Enciclopedia Libre.
Como se observará, en la primera página registra literalmente:
"La Avenida Nazca es una concurrida arteria vial de la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.
Recibe este nombre en recuerdo del combate o batalla de Nazca librado el 15 de octubre de 1820 por el coronel Manuel Rojas contra el coronel Quimper de las fuerzas realistas, en las llanuras de Nazca, Perú."
RECONOCIMIENTO: Expreso mi agradecimiento al Director del Blog: Nasca del Perú, Miguel Oblitas Bustamante, por haberme proporcionado este este documento que él lo ubicó en Wikipedia.




domingo, 28 de junio de 2009

Soberanos de las pampas - Crónica sobre la Familia Gameros de Nasca

Soberanos de las pampas

Salvador Navarro Cossio

Del libro: Cronista de Nasca

Allá por la lejana época en que las inmensas pampas que rodean Nasca no habían aún sido profanadas por las huellas de ese revolucionario invento llamado automóvil, distante todavía el día en que Don Nicolás Roncagliolo llevase a esa bendita tierra el primer carro que allí se conociera, con la legendaria y ahora desconocida marca Marmol, un año en que Nasca padecía uno de sus tantos ciclos de sequía, una modesta pero muy honorable familia se estableció en Cahuachi, fundo que, al igual que Estaquería, disponía de agua de riego por el remanente de todos los ríos del valle que afloraban allí de forma permanente. El padre de familia, el respetable Don Santiago Gameros Carahuayo, había sido llamado por el dueño, Don Eduardo Navas Meza, para que se hiciera cargo de la mayordomía general de la hacienda. Don Eduardo había tenido en cuenta no solo el hecho fundamental de que se trataba de un serio y experimentado agricultor, sino también por su fama de criador y preparador de perros galgos para la caza de guanacos, actividad esta que con que se solía agasajar a las personalidades políticas y sociales que en oportunidades especiales hacían su aparición por Nasca.
La familia se compenetró rápidamente con la mágica tierra de Cahuachi. Muy de madrugada, todos en ella estaban en pie al conjuro del quiquiriquí del gallo cenizo o del ajiseco, engreídos peleadores de navaja que despejaban el sueño del patriarca y su prole. El apetitoso desayuno que diariamente con sus hijas Luzmila y Esperanza preparaba la señora Rosalía, iniciaba el día en cristiana unión y comprensión dentro de esa familia nasqueña.
No obstante su temprana edad, los hijos: Santiaguito, casi adulto, y los imberbes Jorge, César y Amador, desempeñaban infinidad de labores que Don Santiago con paternal sabiduría les asignaba en el campo. Se forjaban así para la lucha por la vida.
Para esos muchachos, nasqueños todos, la felicidad encerrada en la bondad y comprensión de sus padres, se dimensionaba con la belleza y amplitud de esos campos, siempre verdes, arrullados con los trinos de los chirotes, chaucatos y chivillos. Cahuachi, como lo aseguran los arqueólogos, habría sido la metrópoli de la cultura Nasca. Allí el agua es eterna; allí se creó la magia de sus huacos y tejidos. Allí, tal vez, se recibió el soplo divino que inspiró el trazo de las líneas y dibujos milenarios de las Pampas de San José, que más tarde María Reiche, mostrara al mundo entero.
Una de las tareas de los hermanos Gameros, era la crianza y cuidado de hermosos ejemplares de perros galgos, excepcionalmente duchos en la caza de guanacos, robustos auquénidos de nuestra serranía.
Un buen día de fiestas patrias, fuéronse Don Santiago y sus hijos de cacería, a caballo. Su destino, las lejanas pampas de Marcona y Las Clavelinas, donde bajaban las manchas de guanacos venidos de las alturas serranas en busca de su delicioso cogollito del yanque, pequeña planta de roja flor que solo abunda en esos parajes, para saciar rara sed –ya que no toman agua- con el tubérculo de la raíz de cierta planta que brota cercana al mar.
Como un general estratega sobre briosa cabalgadura, con la palma de la mano extendida sobre los ojos, Don Santiago ausculta el horizonte tratando de divisar la preciada “mancha” de guanacos. Sus ojos, tan pronto miran en lontananza como a sus fieros perros. Son serenas pero penetrantes miradas que conjugan el instinto con la inteligencia. Los perros, pescuezo erguido, orejas alertas, husmean el aire, ansiosos por encontrar el esperado olor del huanaco, que ellos detectan a un kilómetro de distancia.
De pronto, los muchachos que retienen con firmeza los perros, escuchan el seco y esperado “¡Ya!” de su padre para soltar los nerviosos galgos que, saltan ladrando, disparados a increíble velocidad en pos de la presa, seguidos por los corceles que con habilidad guían los Gameros por el terreno abrupto y desigual. Impresionante espectáculo, guanacos, perros y caballos, los unos para salvar su vida, los otros para saciar su voracidad, y los llamados nobles brutos, para llevar a sus amos, máxima jerarquía en esta cruel dirigencia de animales, entre el fuerte y el débil.
La aparente grisácea nube que a la distancia se alza a poca altura del suelo, va transformándose en un galopante grupo de cuatro hermosos huanacos que, desesperados, corren de los perros que ellos también han detectado. Angustiados, se dispersan, siguiendo un rumbo que fatalmente solo puede desembocar en un punto, previsto ya por Don Santiago; allí su hijo mayor espera, y suelta el perro cortador que, en diagonal llega preciso para coger a su presa a la carrera, del codillo del brazuelo. La velocidad de su carrera y su mismo enorme peso, hacen que la pobre huanaca caiga aparatosamente para morir ahogada bajo las fauces de su cazador, cepo irremediable incrustado en su pescuezo.
Su cría, muy pequeña, gimotea débilmente sola y desconcertada, sin saber que mundo tomar. Los perros la ignoran, ciegos en su persecución de las galopantes presas mayores que se pierden ya en lontananza. No fue tarea difícil para los hermanos Gameros capturar a la huerfanita, que con entrañable ternura recogió en sus brazos el menor de ellos.
Tan pronto llegaron de regreso a la casa, don Santiago, con un apremiante -¿Rosalía, Rosalía! –hizo que su esposa corriera a su encuentro- Mira, mira, lo que te he traído, le decía al tiempo que le mostraba al asustadísimo animalito -¡Qué lindo! –exclamó la señora, cogiéndolo amorosamente, abrumándolo de caricias, mientras decía: -¡Es hembrita!, ¡Luzmila!, ¡Esperanza!, vengan, corran, para que vean este encanto que ha traído vuestro padre de las Pampas de Marcona.
Desde ese día la huanaquita se convirtió en la chochera de la casa. En sus primeros tiempos fue mimada y halagada con maderas, que como a criatura, solícitas le preparaban las hermanitas Gameros. Fue cuidada, bañada, jabonada y perfumada como un bebé.
A todo esto, la perra bruta, parió por esos días dos cachorritos muy lindos, negros como el azabache, hijos del mejor de los ejemplares galgos cazadores de guanacos de Don Santiago. Los verdaderos perros cazadores tienen que ser producto del cruce de un buen ejemplar galgo con una perra chusca escogida por su tamaño y constitución física y, sobre todo, que sea chivatera, es decir, de las que cuida y dirige los rebaños de chivatos y sabe además cazar zorros. A este tipo de perras se les llama ´Bruta´.
La huanaquita iba creciendo, compartiendo sus juegos con los dos cachorros de la perra bruta; juntos, correteaban y jugaban en el corral y en los potreros de la hacienda. Eran tres pequeños hermanitos, correteando alegres, revolcándose en la grama y en el polvo, desde que despuntaba el alba hasta el áureo atardecer del legendario Cahuachi.
Y pasaron los meses. La huanaquita fue dejando la infantil contextura para convertirse en hembra con ambiciones de macho. A su vez, los cachorros adquirían fortaleza de perros cazadores. Eran tres hermosas criaturas que impetuosas asomaban al vértigo de la sexualidad. Ella, no tuvo tiempo para disfrutarla… ellos, tenían todavía que esperar para convertirse en legítimos y verdaderos perros cazadores de huanacos.
Y llegó el día en que Don Santiago ordenó a sus hijos: -Estos dos cachorros ya están en edad y tamaño para convertirse en cazadores, de manera que, desde mañana, comienzan ustedes a enseñarles, ¡sin piedad! Cómo se coge un huanaco.
Y comenzó la faena.
Primero la caza de zorros. Lo hicieron muy bien. Cuatro de estos pequeños pamperos, cayeron presa de los galgos negros.
Y vino lo bueno. Esta vez, la caza de guanacos. En esta oportunidad los hermanos Gameros los llevaron a las Pampas de Marcona acompañados de otros dos perros curtidos como duchos cazadores. A la vista de los auquénidos, fueron soltados los cuatro galgos que en impresionante carrera, recortadas sus nítidas siluetas contra el horizonte rosáceo de las pampas, acortaron la distancia y en la brevedad de un instante estuvieron sobre sus presas. Y sucedió lo inesperado. Los dos negros se abalanzaron sobre los otros dos perros experimentados cazadores, sin permitir que estos dieran cuenta de los huanacos. Se desenvolvió entonces una extraña y titánica pelea entre cuatro animales que dio oportunidad para que las despavoridas presas huyeran raudas hacia la lejanía de los cerros. ¿Creían así defender la integridad de la familia de su lejana hermanita? Pero esa fraterna solidaridad les costó muy caro, porque, además de ser de por si bastante severa la enseñanza de este tipo de caza, no se podía concebir que un perro pegara a otro en plena cacería, y menos, defendiendo la vida de la presa. Por eso, los Gameros, defraudados como entrenadores, aplicaron al única corrección posible: mano dura. Fuertes latigazos caen sobre el lomo de los negros, acompañados de resondros y carajos.
-¡Van a ver como los mato a latigazos, carajo, si vuelven a atacar a sus hermanos, perros! ¡Mírenlo, con éste les voy a sacar la mugre, ya saben! –y les mostraban el trenzado chamberín.
Este tipo de perros es muy inteligente y comprende todo lo que le dice su amo. Por ello, los dos adoloridos galgos, escabullendo la mirada de su dueño, soportan sumisos el cruel castigo.
De vuelta a la hacienda, como prolongación de la pena, son encerrados hasta el domingo siguiente. Muy de mañana son llevados nuevamente a la pampa para continuar su adiestramiento, esta vez solos, sin ninguna otra compañía perruna. Ya al decampado, al avistarse los huanacos, solo se escucha el “¡Úchale! ¡Úchale! ¡Úchale!” de Santiaguito, y los perros, como una exhalación, en velocísima carrera, dan alcance a un huanaco –posiblemente hembra-, porque, cogiéndola, no por el brazuelo, su talón de Aquiles, sino por la pata, la tumban y saltan sobre ella. Pero, no se lanzan sobre su pescuezo, la dejan que se ponga de pie… y nuevamente la tumban, saltan sobre ella retozonamente, jugueteando como lo hacían en la hacienda con la engreída y lejana hermanita. La huanaca, aunque desconcertada no pierde su instinto y a la primera se escapa rauda, aprovechando una muy pronunciada bajada del terreno.
En esta vez sí los hermanos Gameros montan en cólera. Amarran a los perros e inmisericordes latigazos caen repetidas veces sobre el lomo de los indefensos animales cuyos lastimeros aullidos repite el eco en la inmensidad de las pampas.
-¡Qué lisura, carajo! ¡No quieren aprender todavía! ¡Toma! –y golpea el látigo despiadado- ¡Para que sepan que cazar no es jugar! ¡Toma carajo! ¡Toma! Y se repiten los latigazos hasta el cansancio.
¿Qué tiempo duraría la azotaína? No lo sabemos. Siendo tan riguroso el método para conseguir un buen perro de pura estirpe cazadora, los Gameros dieron por hecho que con segundo fracaso estaba sellada la sentencia de muerte para los dos hermanos galgos.
-Yo no creo que mi padre los perdone –decía César-. Son dos terribles fallas las de este par.
-Sin embargo, –arguyó Jorge- tienen una velocidad extraordinaria… -y además, –remató Amador- su musculatura es impresionante. ¡Solo les falta ajustar la mandíbula en el pescuezo del huanaco! Creo que ese algo que les falta lo podríamos conseguir con la última prueba.
-Difícil que mi padre la acepte –sentenció Santiaguito.
Sin embargo, ya en la casa, en consejo de familia, solo de hombres, Don Santiago escuchó las opiniones de sus hijos y se resolvió dar una tercera y última oportunidad, que en el fondo todos querían, para salvar a los dos negros cazadores.
Nuevamente en la Pampas de Marcona, con nerviosa expectativa, el Clan Gameros, con Don Santiago a la cabeza, enrumban con la pareja de galgos buscando la mancha, ansiosos los galgos olfatean la presa y ciegos ante toda razón que no sea el instinto bruto se abalanzan sobre dos gigantescos huanacos que caen limpiamente a sus pies. Los negros han rendido con brillantez su última prueba de fuego.
Es un día de fiesta y alegría en la casa de los Gameros. Han logrado su objetivo, ¡estos son los dos mejores perros cazadores que se haya visto! Era lo que con tanto empeño buscado, por lo que tanto habían luchado y esperado. Ahora, en casa, son premiados con la más sabrosa presa de la olla de doña Rosalía. Y sueltos, corren en busca del merecido solaz. La huanaquita, después de dos días sin ver a sus negros compañeros, rebosa de alegría y les da de manazos invitándolos al juego. Como de costumbre, sale en loca carrera por los cercos y potreros, seguida por los dos perros, y se pierden todos en la distancia, entre toñuces y guarangos.
Al día siguiente, bajo el ardiente sol de la canícula nasqueña, el cuerpo de la infeliz huanaquita yace estirado en el gramado de un potrero, con sus ojazos fijos al cielo, preguntándole quizá ¿por qué?, ¿por qué? De su quebrado pescuecito, cuelga aún el cascabel que cuando chica le pusieron las hermanitas Gameros, campanilla que anunciaba su inquieta y palpitante presencia en el rancho de Cahuachi.
A las doce de la noche, dos profundos y lastimeros aullidos quiebran la soledad de los campos y el sollozo de tres mujeres irrumpe en el silencio de la casa de los Gameros.
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COMENTARIO DE WILFREDO GAMEROS CASTILLO

En la crónica Soberanos de las Pampas, dos de los protagonistas principales son: Santiago, mi abuelo y Santiaguito, mi padre; por lo que tuve la satisfacción y orgullo de presentar el libro Crónicas de Nasca de don salvador Navarro Cossio, en el auditorio del Instituto Histórico Marítimo del Perú.
Por esta publicación debo expresar mi profundo agradecimiento a Don Salvador Navarro Cossío, allá donde se encuentra, en el Paraíso. Tal vez en el que decía el gran escritor argentino Jorge Luis Borges: “Supongo que el Paraíso es algo parecido a una biblioteca”.
De mi niñez y juventud, recuerdo nítidamente a Don Salvador Navarro Cossio –muy apreciado amigo de todos los Gameros–, siempre portando en un brazo un portafolio de cuero o cuerina, ello por supuesto le imprimia a su persona una estampa intelectual.
Esta crónica ya ha sido publicada en Lima, en el año 1994, incluida en un libro titulado “Doce nuevo narradores”. Desde ese año poseo un ejemplar, por supuesto.
Naturalmente que he participado en innumerables cacerías de huanacos con galgos, cuando niño y adolecente. Mi abuelo, mi padre y toda mi familia le llamaban “correr los huanacos”.
Pero los sucesos narrados en esta crónica corresponden a antes del año 1930, pues refiere la edad de mi padre que nació en 1910: “Santiaguito, casi adulto”, registra. Por ello procedí a informarme de ese suceso. Entonces, a mi querido padre le leí la referida crónica y me dijo que sucedió tal como esta narrado. No tenía dudas que así fue, a mi padre era imposible no creerle; sin embargo quería más detalles, así que en uno de mis frecuentes viajes a Nasca también procedí a leerle la crónica a mi buen tío César –también nombrado en la crónica– y me sorprendí al decirme que precisamente así se la contó él a su gran amigo Salvador Navarro Cossio, y que este volvió una, dos y tres veces a indagarle más detalles sobre aquel suceso. Ambos, mi padre y mi tío César, me contaron que, en varias ocasiones Don Salvador Navarro Cossio fue con ellos a “correr los huanacos”, como solían ir invitados sus apreciados amigos. Fue así como procedió a darle el valor literario correspondiente.
Por ello doy fe que “Soberanos de las pampas”, es una crónica, un suceso de la vida real.
Quizás influya mi relación familiar con esta excelente crónica que gira en torno a "los Gameros de Nasca", pero debo comentar que en fútbol y en box, los mejores encuentros siempre se reservan para el final; lo contrario sucede en literatura, en libros de cuentos cortos y crónicas siempre va en primer lugar la mejor narración; por eso la crónica "Los soberanos de las pampas" inicia el maravilloso libro de Don Salvador Navarro Cossio, "Cronista de Nasca".
Felicito a Esperanza Navarro Pantac y sus hermanos por haber publicado el “Cronista de Nasca”, con una compilación de las mejoras crónicas y artículos publicadas por su distinguido padre. Dudo que exista mejor regalo para él. También le agradezco por autorizarme a publicar la crónica “Soberanos de la pampa”, en este mi blog: http://wgameros.blogspot.com/

jueves, 26 de febrero de 2009

El Combate y Victoria de Nasca por Alberto Casavilca


Diario Noticias.   Nasca, 4 de Setiembre de 1948

EL COMBATE Y VICTORIA DE NASCA

Alberto Casavilca Curaca  (1)

"El Historiador de Ica"

Al actual departamento de Ica, le tocó en suerte ser el primero en recibir la acción libertadora del General D. José de San Martín, y dentro de su territorio le correspondió al Partido de Nasca, la gloria de ser teatro del primer triunfo alcanzado por los patriotas chilenos y argentinos, en la gran campaña de la emancipación peruana.
Después del desembarco de la Expedición Libertadora en Paracas y proclama del “Primer Día de la Libertad del Perú” en Pisco, rotas las hostilidades por San Martín el 4 de octubre de 1820, dio orden inmediata de que partiese la División del General Arenales a batir a los realistas, que a la hora del desembarco se habían retirado a Ica, debiendo salir la Expedición con sigilo y lo más rápido posible, para alcanzarlos de sorpresa, y concibiendo el temor de que lo supieran los españoles, se pusieron en marcha en la tarde del 5, para amanecer en Ica, cumpliéndose su presentimiento, pues ya éstos habían fugado hacia Palpa.
Entre tanto, San Martín que desde Pisco estaba en comunicación con los patriotas iqueños, envió un pliego anunciando que marchaban los patriotas, por lo que al desocupar Ica las fuerzas realistas, se reunió el Cabildo de la Ciudad, se pronunció por la Revolución y salió en unión del pueblo a abrazar a sus libertadores, en la mañana del 6 de octubre.
Arenales hace descansar en el día a sus tropas para ordenar en la noche la persecución de los realistas. Para lo que destacó al teniente coronel Rufino Guido con su escuadrón, quién viajó toda la noche por los arenales atravesando el desierto de Huayurí, cuya extensión es de 14 a 16 leguas, sin agua ni recurso alguno, hasta llegar a Palpa, de donde se regresó a Ica, en la convicción de que los fugitivos habían seguido su corrida hacia Nasca. Por tercera vez se habían escapado los realistas de manos de los libertadores.
Nada mas grandioso que el entusiasmo y la fe en el triunfo que abrigaban estos prohombres, y como se alentaban mutuamente. Arenales, desde Ica, le dice en carta a San Martín: “Si, mi General, con mi cargamento me batiré aunque sea con el mismo demonio, envalontenaré a los pueblos y acreceré la fuerza que debe hacer respetar nuestros ejércitos y poner en terror a los enemigos. No hay porque acobardarse, la victoria ha de ser nuestra, a pesar de la falsía: adelante, adelante, adelante mi general, y no hay cuidado”.
No menos era la vehemencia y ardor de los iqueños, que clamaban por que cuanto antes se batiesen a los españoles refugiados en Palpa. El mismo General Arenales dejó testimonio de esa actitud escribiéndole a San Martín: “Como los enemigos con la poca fuerza que les ha quedado se detuvieron en Palpa, distante 24 leguas de aquí, ha clamado este vecindario (y con razón), por que se envíe una fuerza capaz de destruirlos, o al menos de arrojarlos para las largas travesías hacia Arequipa”… motivo por el que este general destacó a la División Expedicionaria del teniente coronel Manual Rojas, doliéndose del sentimiento que pudiera causarle a su Jefe, con la demora en Ica, lo cual se colige de la misma carta, cuando expresa: “A fin de lograr el golpe completo como necesitamos, y no dejar este infeliz vecindario con la soga al cuello, como quedaría si el enemigo pueda regresar sobre él después de mi salida, como es probable, y creo en los sentimientos de usted causaría el mayor dolor, atendiendo a la sinceridad y buena fe con que esta gente se ha portado”.
Pero como tres veces las fuerzas realistas del coronel Manuel Quimper se habían burlado de los patriotas sin presentarles batalla, concibieron éstos el plan de cortarles la retirada, yendo a posesionarse más al Sur, para caerles de sorpresa por retaguardia, reposando confiados en las avanzadas que habían destacado sobre el camino a Palpa, caminos que han [he] explorado personalmente para darme cuenta de los movimientos estratégicos sobre el mismo campo de operaciones. El plan surtió el más grande de los éxitos, y para mayores detalles, voy a transcribir la forma como da cuenta del combate, el mismo General San Martín, al Ministro de Guerra de Chile:
“Con el objeto de dejar en completa seguridad al vecindario de Ica y prevenir que la fuerza de Quimper volviese sobre este pueblo, luego que nuestra división siguiese a su destino, dispuso el coronel mayor Arenales que el teniente coronel Rojas con 80 caballos e igual número de infantes marchase hasta Nasca, donde según noticias contestes [constantes] permanecía el enemigo con cuanto pudo salvar en su fuga. Para que esta operación tuviera el éxito deseado, era necesario que se efectuase por sorpresa; de otra manera no era factible que la tropa de Quimper se dejase ver de nuestros soldados”.
El 12 salió el Teniente Coronel Manuel Rojas dirigiendo su marcha por desiertos extraviados, llegó el 15 a Changuillo, 3 leguas a retaguardia del enemigo. La confianza que tenía este en sus avanzadas situadas en el camino de Palpa, hizo que nuestra pequeña división se aproximase al pueblo de Nasca sin ser sentida. Entonces dispuso el comandante de ella que los valientes capitanes Lavalle y Bermúdez ([2]) y el teniente Suárez de la escolta, entrasen con la caballería al gran galope, mientras avanzaba la infantería.
La confusión y el desorden fue igual a la sorpresa; y los enemigos abandonaron la plaza a la velocidad del miedo; fueron perseguidos y acuchillados hasta una legua del pueblo. El camino por donde emprendieron su fuga, quedó sembrado de cadáveres y heridos. Quimper abandonó a sus soldados, y según afirma uno de sus oficiales prisioneros, la única orden que dio al verse atacado fue que le siguiese la caballería. La fuerza del enemigo por la relación de los mismos enemigos ascendía a más de 600 hombres, de ellos se han tomado 6 oficiales, y 80 soldados de línea, fuera de un gran número de milicianos. Los muertos y heridos pasan de 50. También han quedado en nuestro poder 300 fusiles, un crecido número de tercerolas, fornituras, sables y lanzas, con todos los equipos de la división.”
Tal fue el combate de Nasca, el 15 de octubre de 1820,([3]) en el que 160 hombres inflamados de un ardor patriótico infundido por la mas santa de las causas, la libertad de un continente, desbaratan en pocos instantes a una fuerza regular de 600 soldados, sin atreverse éstos a presentarles batalla a los patriotas, inseguros y como avergonzados de la causa que defendían con tan poco valor”.
El conocido historiador chileno Gonzalo Bulnes dice acerca de este hecho de armas: “No fue una batalla, ni merece siquiera el nombre de encuentro. Fue una matanza de hombres inermes por la fuga y el espanto.
El coronel Quimper y el Conde de Montemar escaparon de la persecución, figurando entre una de las acusaciones que los jefes españoles hicieron al Virrey Pezuela para destituirlo, el haberle confiado al inepto y cobarde Quimper la defensa de tan importante región como la de Ica que dejó abandonada a los patriotas.
Para hacer más completo el triunfo, el teniente coronel Rojas, destacó desde Nasca, al teniente Vicente Suárez con una partida de cazadores a caballo, que marchase con toda rapidez, a apoderarse de los bagajes del ejército realista. En la misma noche del 15, partió el destacamento venciendo las dificultades de la inmensa pampa de Tunga, llegando a las dos de la tarde a Acarí y apoderándose por sorpresa de 100 cargas de pertrechos de guerra, y equipaje que habían sacado los realistas de Ica.
Así fue como la victoria de Nasca, la sonrisa del primer triunfo de las armas patriotas, acarició el alma del General San Martín y de sus soldados libertadores, dejando una página de gloria para el Ilustre Prócer Argentino, para su esforzado ejército, para la legendaria tierra de Nasca y para el Departamento de Ica.
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NOTAS de:Wilfredo Gameros Castillo

(1) Alberto Casavilca, el más grande historiador de Ica, también sostuvo que la Primera Batalla de la Independencia del Perú sucedió en el pueblo de Nasca.

(2) Bermúdez: es una equivocación mencionarlo. Se le confunde con el francés capitán Federico Brandsen, quién si participó en la Batalla de Nasca al mando de 40 jinetes.

(3) La Batalla de Nasca fue el 14 de octubre de 1820, se le suele confundir como que sucedió un día después, porque en el Parte de Batalla, el victorioso jefe argentino teniente coronel Manuel Rojas registra: Nasca, y Octubre 15 de 1820. Pero, al observar las primeras líneas de ese extenso Parte de Batalla se lee: "El enemigo acaba de ser completamente derrotado del modo más ignominioso, sorprendiéndolos a las cinco de la tarde de ayer por entre las calles de este Pueblo". Se firma el Parte de Batalla el 15 de octubre, y se escribe: los derrotamos ayer. Es obvio la Batalla de Nasca fue el 14 de Octubre, fecha que consideran, el Centro de Estudios Histórico Militares y el Instituto Sanmartiniano del Perú.



domingo, 25 de enero de 2009

Wilfredo Gameros Castillo es declarado Ciudadano Ilustre de Nasca y le otorgan la Medalla Civica, Máxima Condecoración de la Municipalidad de Nasca

El 26 de julio de 2000, en ceremonia especial, la Municipalidad Provincial de Nasca reconoce que Nasca ha sido el escenario del Primer Encuentro Armado de la Independencia, el 14 de octubre de 1820, y no como erróneamente se cree que fue en Changuillo. El Alcalde Aroldo Corzo Catalán, mediante llamadas telefónicas a los titulares del Centro de Estudios Histórico Militares e Instituto Sanmartiniano del Perú, comprueba que ambas instituciones prestigiosas en historia comparten la tesis del historiador nasqueños, aceptando como científicos los estudios de Wilfredo Gameros Castillo, quién es respaldado también por prestigiosos historiadores como German Leguía y Martínez y Juan José Vega.